viernes, 27 de enero de 2012

Paradigmas en educación y en la sociedad

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N a t h a n   N o v i k *


Qué es un paradigma?
• Es el conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo o un conjunto de ellos,  percibe la realidad y la forma en que responden  a esa percepción.
• Un "paradigma dominante" se refiere a los valores o sistemas de pensamiento en una sociedad estable, en un momento determinado. Los paradigmas dominantes son compartidos por el trasfondo cultural de la comunidad y por el contexto histórico del momento.
• El término tiene también una concepción en  psicología refiriéndose a acepciones de ideas, pensamientos, creencias incorporadas generalmente durante nuestra primera etapa de vida, (o durante  nuestros estudios primarios, secundarios o superiores),  que se aceptan como verdaderas o falsas sin ponerlas a prueba de un nuevo análisis.

Para algunos individuos, la “libertad individual” es un bien ligado tanto a lo social como al mercado. Se vincula con la “libertad de elegir”; la mala noticia es que sólo algunos pueden elegir, ya que tienen los medios para ello. Muchos otros simplemente están “obligados” a optar por lo único que pueden. En el caso de la educación,  si no tienen medios, “optan” por  la “mala educación que les ofrece “el mercado”, o se endeudan casi de por vida para que sus hijos accedan a una educación de mejor calidad. Hipotecan o esclavizan su futuro.  Con esa concepción de libertad y mercado surge el concepto de “financiar la demanda o subvencionar parte de ella”. La libertad como paradigma social. Para algunos ese es un paradigma difícil de modificar. Para esas personas, la educación es un bien transable en el mercado que permite ejercer la libertad individual. En este caso, el estado es “subsidiario” y el sector privado ha de encargarse de “producirla”. De allí la subvención a los “sostenedores”. El estado “mira de lejos” lo que ocurre en educación: sólo ayuda a financiarla. Frente a dicho paradigma, surge una visión diferente: la educación es un derecho ciudadano, que junto con ser de beneficio individual también lo es de beneficio social, especialmente si se concibe como formadora de ciudadanos éticos con  principios valóricos que lo ligan a la sociedad en que viven, en lugar de formar sólo  personas capacitadas para producir y consumir. El estado en este caso deja de ser “subsidiario” y se transforma en “garante”.
La gratuidad  en la educación surge como concepto de generar iguales oportunidades de acceso incluyendo el apoyo a quienes tienen condiciones y capacidades, aún cuando no tengan situación económica de parte de sus padres. Se suele decir que “es injusto” que personas de gran poder económico no paguen por su educación. Se recurre a una “lógica” elemental: suponer que las actuales circunstancias, especialmente las tributarias, no deben cambiar mucho.  Es otro paradigma que ha repetido incluso Piñera en sus declaraciones. Allí esta el gran error: la idea es que la paguen,  pero el pago de  esas personas con alto poder adquisitivo va por el lado de una reforma tributaria conducente a una redistribución de los ingresos, a tener un país más equitativo, y a generar recursos para financiar  la salud, la educación y las diversas obras y gastos sociales. Es decir, que vía tributos ellos ayuden a financiar los costos de una educación similar en calidad para toda la población escolar, ya que esa reforma haría que entren a pagar por los costos de  educación y salud de manera solidaria con quienes no tienen recursos económicos mayores. La educación tiene costo, eso es algo obvio. Pero ha de ser un costo social asumido por la sociedad chilena en su conjunto, por la vía de una reforma tributaria progresista, que junto con financiar  los servicios básicos como lo es la educación, al mismo tiempo ayude a redistribuir los ingresos. Por otra parte, una reforma tributaria efectiva, de manera que paguen mucho más quienes más ganan,  junto a la gratuidad educacional y a generar financiamiento para otros  servicios que el estado ha de ser garante, apunta a que se produzca una convergencia social, donde el hijo de un Luksic vaya al mismo colegio que el hijo de su cartero, en contraposición al sistema altamente segregado que se instaló durante el régimen militar y que no ha cambiado mayormente en estos últimos 20 años.
El concepto de gratuidad en la educación, obligadamente está asociado a un sistema tributario progresista que sea el principal factor de redistribución de ingresos en la sociedad; lleva a que el individuo que logra gran éxito económico colabore fuertemente y de manera solidaria, (concientemente o no), con el financiamiento de un sistema educacional de calidad que hará posible que personas de otros estratos sociales tengan la oportunidad de tener las herramientas para que también accedan a un éxito socioeconómico y social, siendo además ciudadanos concientes y responsables.
Eso genera una sociedad con “igualdad de oportunidades” y una educación incluyente y no socialmente segregadora como sucede actualmente en Chile. Es decir, educación gratuita, laica, de calidad y garantizada por el estado, con apoyo a quienes teniendo condiciones para ser profesionales o técnicos no queden sin estudiar por dificultades económicas.
La educación en Chile genera actualmente segregación social. Está concebida para ello.
Sin duda alguna quien tiene acceso a colegios privados tiene toda la oportunidad de acceder a educación básica, media y superior de mayor calidad. Quien está  obligado a la educación pública, y/o municipalizada  tiene una alta probabilidad de no salir del grupo social al cual pertenecen sus padres y a una gran limitación en sus futuras posibilidades  socioeconómicas.
El pago de educación por la vía de créditos conduce a que la banca haga su gran negocio y a que las familias se endeuden. Eso, independientemente a la calidad de la misma o a que el alumno  logre o no terminar sus estudios.  Esta manera de concebir la educación  responde a concebirla como “objeto transable en el mercado”, donde  algunos tienen la posibilidad de acceder a mejores colegios o universidades, de acuerdo fundamentalmente a sus posibilidades económicas.
La calidad de la educación  tiene que ver también con el tipo de país que deseamos.
Del “proyecto de país que se desea” debería salir  la “malla curricular” requerida y las características y competencias que ha de tener el profesorado junto al reconocimiento social que dicha labor ha de tener.
Los profesores, sin duda, son parte del actual  problema en la calidad educacional. Su dirigencia refleja sin duda alguna, la mediocridad mental de una parte de ellos; a lo menos de quienes participan en la elección de sus directivos.  La actitud discriminadora de  Jaime Gajardo, presidente del Colegio de Profesores, en este caso de índole racial o religiosa, es sólo la punta del iceberg. No se escuchó ninguna voz  de sus colegas profesores que criticara sus declaraciones. Se requiere sin duda un adecuado estatuto docente, con evaluaciones y capacitaciones, con remuneraciones adecuadas  y con la acreditación necesaria para el cuerpo docente y para los directores de establecimientos, de manera de asegurar la calidad que se busca. Ello incluye obviamente una buena formación cultural y una  mentalidad abierta y no discriminadora.
Sin duda la educación preescolar, básica, media y técnico profesional ha de tener máxima prioridad. Gratuita, laica, de calidad y garantizada por el estado. La educación superior ha de estar  regulada, acreditada  por un organismo de nivel y ojalá con miembros  internacionales  de experiencia en esa materia, con el concepto de exigencias similares para todas aquellas instituciones que se dicen “universitarias”, sean estas privadas,  públicas o tradicionales, y finalmente sin fines de lucro.


* Ingeniero comercial UCH Stgo., titulado en 1963. Con fuertes inquietudes de índole espiritual y social. Pertenece a un Camino Espiritual abierto a todas las personas que deseen trabajar en sí mismas. Se dedica a analizar aspectos concernientes a lo espiritual, a lo político social y a política internacional, especialmente de medio oriente. Panelista de un programa radial en la zona de Quillota, Limache. Vive en Viña del Mar hace 48 años y se enamoró de Valparaíso. Es Wanderino y porteño de corazón.

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